Hace ya muchos años, escribí esta historia para el primer concurso de la Voz Akasha. Desde luego dista mucho de ser una obra cumbre de la literatura rokuganí, pero igual hace una lectura amena.
Cinco minutos que no pensais en sexo, guarretes. Incluyo el dibujo en el que me había basado...
Camino entre las sombrasCamino entre las sombras, guiado por mis propios miedos. Escucho alientos surgidos más allá de mi propia boca y la oscuridad se alarga cada paso que doy. Nunca había pensado que internarse en este bosque fuese traspasar la realidad y pisar un infierno donde el dolor es la menor de tus preocupaciones.
No se si piso ramas sacas o huesos que se quiebran a mi andar, pero sigo escuchando esos alientos a mi alrededor, como si Emma-Oh me susurrase con su gélida voz. Apenas tengo fuerzas para seguir el camino... si hubiese uno entre tantas sombras. Parece que doy vueltas y más vueltas, saltando las mismas raíces retorcidas una y otra vez. Y las voces... son voces, no susurros. Van tomando forma cada vez que exhalo, como si fuesen eco de mi último aliento.
El calor del fuego es agradable, apenas recordaba lo que se sentía. Esta barraca es lo que he encontrado al despertar de ese horrible sueño. Aun tengo el sudor frío resbalando por la piel, con unas mantas raídas pegadas a ella. Unos ashigaru me miran incrédulos, desde el otro lado de la casa. No les gustan los samurai, puedo ver el miedo en su rostro... Uno de ellos me tiende un bol de arroz y sonríe forzadamente. Su aliento apesta... es largo y pesado, caliente, húmedo... como los susurros del pantano.
Apenas tengo fuerzas para seguir. No puedo respirar y escucho sus voces tan cerca de mi... Ramas que se quiebran a mi alrededor, entre las sombras que oscurecen el camino. No pienso, sólo corro hacia delante, intentando recordar los pasos de mi gente. Las hojas de los árboles me rozan como si quisieran cogerme, como las figuras que corren a los lados del camino. Mi vista se ha acostumbrado a esta oscuridad y puedo ver el brillo de sus ojos. Mis manos también se han adaptado al pantano y a la forma de mi espada. Desenvaino e hiero a la sombras, torpemente como si de un leñador se tratara. Sus gritos son espantosos, pero van quedando atrás... Sus gritos son terroríficamente humanos.
El arroz está ahora mucho mejor, más caliente y húmedo. Todo está mejor ahora, dentro de esta cabaña, fuera del bosque. Aún conservo mi espada y el yelmo de mi familia... Una joya para cualquier samurai, con el mon de la máscara brillando con el reflejo de las llamas. El honor de mi familia en mis manos... Ya no se escuchan los terribles alientos de ese pantano, ahora todo está mejor.
Desde que despertamos en el campamento entre gritos, todo fue distinto. El dolor de cabeza era insoportable y el cuerpo estaba entumecido por la noche al raso. Todo se sumió en el caos cuando me vi corriendo, perseguido con unas ansias enormes de huir del bosque y salir por fin de estas sombras. Sólo ha sido una noche, pero ha parecido una eternidad sumido en esta oscuridad, rodeado de todos esos alientos de vida... Cuando vi oportunidad, salí corriendo hacia la luz, agarrando fuertemente el kabuto de mi familia. Tenía sangre en mis manos, pero ya no le daba importancia. Lo principal era salir del bosque, dejando atrás todos esos cuerpos que respiraban sin vida.
Desato el fardo donde llevo envuelto el kabuto y veo mis ojos muertos dentro de él. Me veo a mi mismo incrédulo y sin vida, sonrío y sigo degustando esta deliciosa bola de arroz...
A mis hombres no les gusta la idea de cruzar este bosque... dicen que hay algo impuro dentro de él. Que los espíritus yacen inquietos y la mancha es fuerte entre esos árboles... Descansaremos en él, pues las sombras caen sobre nosotros y es imposible caminar entre ellas si no eres uno de los Perdidos...